domingo, 27 de diciembre de 2020

Cuando un amigo se va

Mario Paoletti jugando. Foto Pilar Bravo
 

 Por Carlos Iaquinandi Castro
Agencia Serpal
 

    Hace ya unas semanas falleció en Toledo Mario “Cacho” Paoletti, periodista, escritor y amigo. Para los de mi generación, un amigo no es un vínculo puntual; un amigo es una relación estable, sólida, que se forja en años. Es compartir, tener grandes coincidencias. También opiniones distintas, pero siempre respetando las diferencias. Llegó a España como expatriado, luego de cuatro años en varias prisiones de la dictadura argentina. Le conocí a través de su hermano “Tito”, con quien compartí actividades sindicales en Argentina y más tarde con las de los exiliados argentinos que llegamos a Madrid cuando la dictadura cívico militar de los 70. Varios años más tarde, Mario describiría a su hermano como “la persona más importante que atravesó mi vida”. “Lo tenía todo, talento, capacidad de trabajo y coraje”.   

 

Haciendo historia

    Ambos hermanos, años antes, habían fundado en la norteña provincia argentina de La Rioja, el diario “El Independiente”, con una línea editorial comprometida con la verdad y la justicia. Tiempo después, los hermanos – propietarios del diario- consecuentes con sus ideales socialistas, decidieron convertirlo en una cooperativa integrada por sus trabajadores. Para ello cedieron linotipos, impresoras y hasta las máquinas de escribir. Un hecho inédito en los medios periodísticos del país. Su intransigencia ante las presiones del poder de la oligarquía riojana, convirtió al diario en el epicentro de los movimientos sociales. En semanas aumentó su tiraje. A través de sus páginas, el obispo riojano Monseñor Enrique Angelelli, denunció las desigualdades sociales, el mal funcionamiento del sistema de salud y la concentración de la propiedad de la tierra, trabando una estrecha amistad con los Paoletti.  Entre amenazas y hostigamientos diversos, el diario y sus trabajadores continuaron su compromiso con la verdad. El país atravesaba un fuerte avance del movimiento obrero con huelgas y grandes movilizaciones. Y también represiones violentas con secuestros y asesinatos de activistas por parte de las llamadas “Tres A”, que en realidad eran fuerzas militares y de seguridad y grupos de ultraderecha.  En paralelo se intensificaban las  acciones de resistencia popular de varios grupos armados. Esto fue el prólogo para que la oligarquía, el gran empresariado, productores y exportadores agropecuarios golpearan una vez más las puertas de los cuarteles.

 

El golpe cívico militar.

   El 24 de marzo de 1976, esa conjura de civiles y militares, toma el poder por la fuerza, y desata una represión sistemática donde caen presos o asesinados sindicalistas, trabajadores, periodistas, sacerdotes, estudiantes, profesionales. Y como es de suponer, el diario “El Independiente” fue intervenido por los militares. Mario Paoletti fue encarcelado. Su hermano “Tito” logró pasar a la clandestinidad. En Agosto de ese año, Monseñor Angelelli fue asesinado en un operativo del Ejército. Días antes habían matado a dos de sus sacerdotes. La dictadura secuestró y asesinó a miles de personas, y provocó el exilio de otras tantas. Las movilizaciones por la libertad de Mario, incluyendo la de Amnistía Internacional y de escritores amigos consiguieron que la dictadura decidiera en 1980 expatriarlo a España.

 

Toledo, su patria chica en España lo reconoció como “Hijo adoptivo”

 Ya en su exilio, Mario recibió el ofrecimiento de una cátedra en el Centro de Estudios Internacionales Ortega y Gasset en Toledo. Allí se radicó y comenzó una larga etapa de creación literaria. Tiempo después le ofrecieron la dirección de este instituto universitario por el que han pasado miles de estudiantes de América Latina y Estados Unidos en estos últimos treinta años. También allí conoció a Pilar Bravo, poeta y escritora toledana que fue su compañera y con quien vivía en una casa junto al rio Tajo, que consideraba un refugio de felicidad y tranquilidad.

Allí escribió y publicó una treintena de libros de ensayo, relatos y poemas. Entre ellos, “A Fuego Lento”, donde describió los pormenores de la vida carcelaria en las diferentes prisiones de la dictadura.  Luego vino “El Aguafiestas”, una biografía autorizada de quien fue su amigo, el poeta uruguayo Mario Benedetti.  "Antes del diluvio" exhibe el proceso y las contradicciones de la época pre-dictatorial. Su “Quijote Express” intentó acercar a los lectores habituales lo que él considera la madre de todos los relatos. Un trabajo escrupuloso tratando de llevar el texto al lenguaje de nuestra época. El poemario “2x1 -  penúltimos versos”.  Sobre el escritor Roberto Arlt publicó dos trabajos: El primero, editado en Madrid en 1983, “Poemas con Arlt”, y en el 2000 “Arltianas”. Uno de sus últimos libros, fue “El año del Cangrejo”, (2017)  en el que describe “a dos voces” con su compañera Pilar las vicisitudes del cáncer que padeció en el 2015: largas internaciones, cinco operaciones, un mes en coma, y del que pudo recuperarse para vivir los que él consideró los años más felices y que en sus correos los mencionaba como “una propina” que le daba la vida.  Incursionó en la dramaturgia, con “La Higuera”, una obra teatral sobre las últimas horas de la vida del “Che” Guevara antes de ser ejecutado en Bolivia y que fue estrenada en Toledo. Recibió varios premios por su obra, entre ellos el Nacional Francisco Ayala por su novela “Vasco busca Vasco”.

La ciudad de Toledo reconoció a Mario Paoletti como hijo adoptivo en el 2019 en un homenaje público realizado en el Ayuntamiento.

En su réplica, Mario dijo “Toledo es, sin duda, mi lugar en el mundo”,

 

Integro y coherente.

Mario fue uno de esos amigos a los que se puede llamar hermano, porque siempre están para lo que sea en las buenas y en las malas. Generoso, honesto, inteligente, sensato, renegaba de las desigualdades y le indignaban las injusticias. Era fácil coincidir con su visión del mundo. Por eso, en las diferencias, siempre terminábamos acordando en lo fundamental. Por ejemplo, en que “el fin no justifica los medios”. Y lo explicaba: “eso es un callejón sin salida, una trampa mortal. El fin nunca justifica los medios”. “Cuando un hombre dice que algunos fines justifican algunos medios, está dando el primer paso hacia la convalidación de la tortura”. Fue coherente en tiempos muy difíciles. Que por ejemplo, lo llevaron a decir que “mientras tanto incendiario de aquellos tiempos ha devenido ahora en no menos entusiasta bombero, yo sigo pensando que la existencia de ricos y pobres sigue siendo un escándalo moral al que hay que poner remedio”.  Mario pensaba que “el pecado original de las ideologías, era su costado religioso que las hace refractarias de la crítica”. Y además añadía que “muchos de nosotros dimos por válidas como verdades eternas lo que no eran más que hipótesis de trabajo de unos hombres –admirables en muchos sentidos– pero sustancialmente idénticos a nosotros. Nos tocaron tiempos de acción y la acción abomina de la duda”.

 

Que no sea un adiós, sino un “hasta luego”.

Mario Paoletti se nos fue hace ya varios días, pero me cuesta hablar en pasado. Se lleva la mayor recompensa para un ser humano: ser reconocido y querido en su país de origen y en su tierra de adopción. Nos deja sus frases y actitudes que seguirán vigentes, como también sus relatos y sus poemas. Su mejor legado.

 Me resultó difícil redactar esta nota. Y también me cuesta cerrarla. Por eso citaré las palabras que dijo para despedirlo el periodista toledano Antonio Illán: “En el día de los elogios, prefiero quedarme con el de que Mario Paoletti era buena gente. Desde allá donde ahora habite seguirá mirando escrutadoramente, pero faltará la palabra precisa y la amabilidad de su humanidad inmensa”. Así será.

 

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