Por Ana Paoletti
Hay días,
casi siempre cuando ha llegado la noche,
y el cansancio me lleva hacia la desazón,
de pronto
el recuerdo de una caricia tan tuya
me habita el alma
y me consuela.
y el cansancio me lleva hacia la desazón,
de pronto
el recuerdo de una caricia tan tuya
me habita el alma
y me consuela.
Otra vez tu mano me despeja la frente,
y tus dedos la recorren
mientras me arrimás
la cabeza hacia tu pecho.
y tus dedos la recorren
mientras me arrimás
la cabeza hacia tu pecho.
Entonces recupero el aliento
y me voy a acariciar a mis hijos,
para que acumulen ternura
y la usen cuando la necesiten.
y me voy a acariciar a mis hijos,
para que acumulen ternura
y la usen cuando la necesiten.
12 de noviembre de 2010