domingo, 21 de agosto de 2016



 El  22 de agosto de 1986, mi viejo escribía las últimas palabras de su libro, que sería la introducción a la lectura de “Como los nazis, como en Vietnam”. 30 años después el texto no pierde vigencia y es un manifiesto que nos posiciona de manera permanente frente a la historia de nuestro pueblo.

 


Una explicación

La historia no es más que la historia de la lucha de clases. Y la historia argentina, la del genocidio contra el pueblo, aún antes de haberse constituido como Nación: aniquilación de la población indígena durante la Colonia, de los negros durante las guerras de la Independencia; de los montoneros del interior en la represión bárbara de la “civilización”. Masacres obreras en la Semana Trágica en 1919, en la Patagonia rebelde, en los bosques y obrajes de La Forestal. Matanzas durante la Década Infame; tras 1955 con la “revolución fusiladora”; en Córdoba, en Rosario, en las puebladas contra otra tiranía; en Trelew; en Ezeiza; en todo el país sometido a la furia asesina de la AAA.

Este trabajo nació en las columnas del Diario de las Madres de Plaza de Mayo, entre diciembre de 1984 y agosto de 1986, pues su base informativa son los artículos publicados durante ese lapso, dedicados a revelar los entresijos de la represión ilegal ejercida por la dictadura oligárquica entre 1976 y fines de 1983. Impulsado por el admirable ejemplo de las Madres, amplié estas notas para lo que debí revisar variada documentación y prolongar las investigaciones, aún con menguados medios y tiempo, sin otra colaboración que el estímulo brindado por los compañeros, que aquí agradezco.

Sin embargo, es justo que explique que este libro –y el modesto aporte que significa, si lo significa– reconoce también otros orígenes: los sombríos días de 1976 y 1977, en el mismo transcurso de las tareas de la Resistencia; el trabajo voluntarista e intransigente del exilio; las memorables jornadas de lucha popular contra la dictadura.

Desde mi punto de vista personal, mi aspiración máxima es que el resultado de esta labor aporte un humilde grano de arena en la justa lucha por los 30.000 detenidos-desaparecidos, y al juicio y castigo de los culpables, cuyos nombres y apellidos –acaso por vez primera– aparecen reunidos en un libro, vinculados a los campos de concentración donde ejercieron sus sevicias. Por cierto la nómina es incompleta. Creo, sin embargo, que constituye una buena base para seguir investigando y denunciando los crímenes cometidos, tarea que debe ser colectiva y responsabilidad ineludible de las fuerzas populares.

No hay problema mayor en la sociedad argentina que la respuesta a la pregunta: “¿Dónde están los desaparecidos?”. Ni cobardía y complicidad más humillante que buscar excusas. O proponer que el olvido tape la memoria y reclamar, en nombre de la “unidad nacional”, la reconciliación entre víctimas y victimarios, como algunos desfachatados se atreven a sostener.

Si el pueblo argentino acepta los desvíos, las chicanas jurídicas, la solidaridad irrestricta de las clases dominantes con los genocidas; si no coloca el tema de los desaparecidos en el centro de su actividad política; si los partidos populares y los sindicatos con direcciones democráticas no incluyen en su programa el castigo a los asesinos, no serán ni las dictaduras, ni el gobierno, ni siquiera la oligarquía las que pongan “punto final”. Desgraciadamente –y malos años aguardarán entonces a nuestra patria– serán la pasividad popular y  la complacencia de los dirigentes las que conviertan la impunidad actual en elemento histórico.

La cuestión del genocidio divide a la sociedad en dos bloques nítidos: por un lado, quienes reclamamos justicia; enfrente: los represores y quienes, concientemente o no, sirven a su prepotencia.

El coraje civil de las Madres de Plaza de Mayo muestra un camino. No es fácil ni cómodo. Es digno. Y la vida no tiene sentido sin dignidad, sin justicia, sin libertad, sin amor. Las Madres ya nos han enseñado que vivir es luchar. Y luchar es soñar.

Alipio Eduardo Paoletti
Buenos Aires, 22 de agosto de 1986
De su libro “Como los nazis, como en Vietnam”

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