"Ya me lo contaste muchas veces", me dijo Rami anoche cuando otra vez le conté sobre la mañana que nació.
Es que necesito volver a pasar por el corazón esa madrugada en la que rompí bolsa y al mismo tiempo que despertaba al papá de Ramiro, llamaba a mi vieja para decirle que prepara la ropita que ella se había llevado para lavar y planchar. Y mi vieja despertó a mi hermana Sara cuando aun era de noche para que fuera a comprar pañales. Por suerte estaba la abuela Susy, quien se había instalado en casa unos días antes para ayudarnos con la mudanza (hacía poquitos días que estábamos en la casa de la calle Olavarría) porque yo ya estaba con una panza enorme, se quedó cuidando a Joaco.
Me gusta que Ramiro sepa que apenas un ratito después que nació ya estaban el tío Juan y Juan Carlos dándole la bienvenida. Que sepa que estaba toda la familia y un montón de amigos celebrando su llegada. Porque desde que nacemos estamos tejiéndonos en algo más grande que nosotros mismos.
Releo lo que escribí y me quedo pensando que en estos tiempos de tanta desolación es necesario no olvidarnos que somos parte de una trama que nos sostiene.
(Publicado en Facebook en julio de 2017, los tiempos de desolación volvieron)